~ El parto de los montes: septiembre 2010

22 sept 2010

El camino de salida

Jo també en sé de contes. Bé, lo meu es una carta completa, i com que totes juntes fan un desgavell, domés posaré aquí la darrera. Ja vos podeu fermat fort ses sabates...



Carta XVIII

El camino de salida

Salimos de la inmensa sala subterránea mi paraguas y yo y nos siguieron los árboles pétreos, los animales precámbricos,  las sabandijas, las aves y los murciélagos. A la zaga venía también La Taún, esa ciudad desesperante que me sigue adonde quiera que voy y en cuyo subsuelo me hallaba.


La Taún en sus entrañas tiene la forma de una bola de papel arrugado y lleno de intersticios, son los fragmentos perdidos de la sexta dimensión o de la séptima, que, habiendo tantas dimensiones como dicen que hay, no quisiera yo meter la pata.








Era aquel un terreno escarpado y tan lleno de recovecos y vacíos que resultaba imposible saber si andaba arriba, si estaba abajo o si recorría el filo de un acantilado de roca negra y refulgente con una gran cantidad de despeñaderos todavía más abajo. Por las galerías subterráneas corrían vientos en todas direcciones alcanzando en algunos momentos tal violencia que temí que su furia pudiera vencer mi incólume firmeza.


De pronto, daño, un dolor tremendo; los huesos, los músculos, todo. Intenté  conservar el equilibrio y frenar en el aire, colgarme de una nube estalagtítica que por allí había, girar bruscamente y retroceder. No estaba ensayando coreografías subterráneas: estaba cayendo al fondo de La Taún por debajo. Estuve despeñándome un rato largo que duró casi toda la película de mi vida y lo hice sin elegancia y disparatadamente. Mientras caía me di cuenta de que bien podía estar entrando o saliendo del centro de la tierra o dando vueltas por ahí aturdida como una mosca y advertí también que otras muchas gentes revoloteaban como yo misma o vacilaban suspendidas en las cornisas esperando mejores vientos. Y terminé de caer deprisa pero no tanto, pues aunque quedé descalabrada, sobreviví. Y conmigo llegó el paraguas, y con él llegaron los árboles pétreos, los animales precámbricos,  las sabandijas, las aves y los murciélagos; y con todos, un dolor tremendo.


Lo dicho. Caí, llegué y mientras creía morir tropecé con un tipo guapo, bien barbado y con aspecto de demonio convencional que dijo ser el guardián y llamarse Archibel Gustav Alfa. Habló conmigo mucho rato para consolarme en mi agonía, coqueteó, me invitó a manjares y vinos deliciosos y hasta me besó como cien veces… y yo con unas ganas de largarme que no me tenía. Me invitó a comer con unos bárbaros a los que llamó ‘Los Justos’. Eran éstos un grupo de individuos rubicundos y desagradables que comían con las manos enormes trozos de iguanodonte mientras babeaban por las comisuras sin dejar de gritar, pelear y salpicarse.


-¿Y estos son Los Justos, dices? ¡Rayos! Pues sospecho que tan fácil ha de ser hallar la paz entre estos justos como hallar la vida entre los muertos.
-Son ‘Los Justos’ cuando los ves al derecho, pero así es como se ven las cosas desde abajo, ambiguas: tú no puedes saber aquí si aquel tren va o vuela.
-Yo sólo veo abismos, desconcierto y criaturas desorbitadas, ¿qué ves tú mejor que yo simplemente desde abajo?
-Todo –dijo-, las raíces de los árboles, la sombra del mediodía, los vientres de las culebras, el pié de los caracoles y los arcos fajones en las cúpulas de las montañas: todo, absolutamente todo.
- ¿Y también la gula de los justos, el infortunio de los satisfechos, la adversidad de los prósperos, la aflicción de los cuerdos y a saber qué cosas más?
-Sí, también. Te vi venir entre ruinas y miserias y puedo ver a Los Veloces llegar tarde al Reino de los Cielos.
-Vaya pues, no perdamos el tiempo… ¿Puedes indicarme cuál es el camino de salida?
-No, no hay salida.


Llegaron entonces Los Veloces, apresurados y muy inquietos preguntando a gritos:


-¡Vigilante, guardián!, ¿cómo podemos salir de aquí? ¿Puede indicarnos la salida?
-No, no hay salida- repetía Mefistófeles, y aquello era un griterío y un desespero que empezaban a conducirme seriamente hacia la angustia. Me ahogaba, pensé que ya no viviría mucho más.


[Kafka escribió (más o menos):


Antes de su muerte se concentran en su cabeza todas las experiencias pasadas formando una sola pregunta que hasta ahora nadie había formulado al guardián. Entonces le guiño un ojo ya que no podía incorporar su cuerpo entumecido. El guardián tuvo que inclinarse hacia ella profundamente porque la diferencia de tamaños había variado en perjuicio de la mujer.


…(Susurré mi pregunta con voz tan frágil que solo aquel demonio pudo escucharla. Luego, besándome la frente, me indicó el camino.
-Otra cosa- dije)…


-¿Qué quieres saber ahora?- preguntó el guardián-. Eres insaciable.
-¿Cómo es posible que durante tantos años solo yo haya solicitado la entrada?
-Ningún otro podía haber recibido respuesta,  pues esta entrada estaba reservada solo para ti. Vete ahora y cerraré la puerta.”(1)]


Aún riendo y huroneando me habló de un río que nacía al otro lado de la puerta unos pocos barrancos más arriba y que se encaminaba a brotar cerca de la ciudad de Palmerston, en Nueva Zelanda.


Me fui pensando en cuántas personas muy vivas, que andan con prisas y con ganas de ir desde La Taún por debajo hasta Palmerston por el camino más corto, acertarían a dar con la pregunta adecuada.




Termino ya. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: he visto vórtices de remolinos invertidos, he visto formarse lagos de hielo más allá de las llamas y he visto rayos y centellas y lluvias de piedras ardientes emergiendo de los mares.He visto gente herida trepando por declives pedregosos y cayendo y levantándose a cada instante, cogidos del brazo, con las cabezas gachas, huyendo de formidables tiroteos; he visto también ángeles atípicos y demonios convencionales en esta parte de La Taún.  Todos estos momentos podrían perderse en el tiempo como lágrimas en la lluvia si no llegara a contártelos.(2) Espero que no sea así, pues te hablaré de ellos en cuanto consiga subir al menos hasta donde nace el río de Satanás.


A mí, con tal de salir de aquí, ya me vale Nueva Zelanda.
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(*) Esta carta en su primera entrega, incluido el título y excluidas las notas, consta exactamente de 1.000 palabras.


(1) El texto en cursiva es un apaño ligero de los últimos párrafos de un cuento de Kafka titulado Ante la Ley [Cuentos completos (textos originales). Traducción de José Rafael Hernández Arias, publicado en Valdemar/clásicos].


(2) En este párrafo se remedan dos textos bien dispares. Por una parte el archiconocido soliloquio de Roy Batty en Blade Runner; por la otra, un párrafo del capítulo XXX de Misericordia, de Benito Pérez Galdós. El apaño es mediocre, pero creo que cumplirá la función de dar pie a una próxima carta.


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Las imágenes son de Oscar Domínguez 


1ª.- Recuerdo de París, 1932
2ª.- Decalcomanía sin ningún objetivo preconcebido, 1935
3ª.- Recuerdo del porvenir, 1938
4ª.- Platillos volantes, 1939

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15 sept 2010

"Respuesta del Jefe Seattle"

Este texto se trata del supuesto discurso elaborado por el indio Noah See-ahth (1786-1866), jefe de las tribus indias Duwamish y Suquamish situadas en el estado actual de Washington. Coincidió con la progresiva y brutal ocupación de los colonos estadounidenses hacia los territorios occidentales del continente norteamericano y abogó por la convivencia entre ambas culturas. Su posterior conversión a la religión católica conllevó una transformación en su apellido, que se vio convertido en Seattle. Posteriormente se le dio el nombre a la capital del estado de Washington en honor al jefe nativo.

El discurso se consideró como la primera proclama ecologista y fue dirigido al presidente Franklin Pierce, ante el intento de éste de conseguir la venta de las tierras indias y la sucesiva reclusión de las tribus en reservas. Fue publicado en el Seattle Sunday Star veintiún años más tarde de la muerte del jefe indio y la veracidad de la autoría es aún cuestionada por varios exégetas, aunque en ningún caso divierte de la idea de la naturaleza concebida por la cultura india.

Os dejo con un video en el que se relata el texto, por si estáis perezosos. ;)


http://www.youtube.com/watch?v=bWwJ_-f6VxE

"El gran Jefe de Washington ha mandado hacernos saber que quiere comprarnos las tierras, junto con palabras de buena voluntad.

Mucho agradecemos este detalle, porque de sobra conocemos la poca falta que le hace nuestra amistad.

Queremos considerar el ofrecimiento, porque también sabemos de sobra que si no lo hiciéramos los rostros pálidos nos arrebatarían las tierras con armas de fuego.

¿Pero cómo podéis comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?

Esta idea no resulta extraña, ni el frescor del aire, ni el brillo del agua son nuestros, ¿cómo podrían ser comprados?.

Tenéis que saber quecada trozo de esta tierra es sagrado para mi pueblo, la hoja verde, la playa arenosa, la niebla en el bosque, el amanecer entre los árboles, los pardos insectos, son sagradas experiencias y memorias de mi pueblo. Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra cuando comienzan el viaje a través de las estrellas.

Nuestros muertos en cambio, nunca se alejan de la tierra, que es la madre.Somos una parte de ellay la flor perfumada, el ciervo, el caballo el águila majestuosa, son nuestros hermanos, las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre. Todos pertenecen a la misma familia.

El agua cristalina que corre por los ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino, que también, representa la sangre de nuestros antepasados. Si os la vendiésemos,tendríais que recordar que son sagradas y así recordárselo a vuestros hijos. También los ríos son nuestros hermanos porque nos liberan de la sed, arrastran nuestras canoas y nos procuran los peces, además cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuentan los sucesos y memorias de la vida de nuestras gentes.

El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Sí, gran jefe de Washington, los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, son portadores de nuestras canoas y alimento de nuestros hijos.

Si os vendemos nuestra tierra, tendréis que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y que también lo son suyos, y por lo tanto debentratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Por supuesto que sabemos que el hombre blanco no entiende nuestra forma de ser, tanto le da un trozo de tierra u otro, porque no la ve como hermana, sino como enemigo, cuando ya la ha hecho suya la desprecia y sigue caminando, deja atrás la tumba de sus padres sin importarle. Secuestra la vida a sus hijos y tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres comoel patrimonio de sus hijos, son olvidados. Trata a su madre la tierra, y a su hermano el firmamento como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devora la tierra, dejando detrás solo un desierto. No lo puedo entender, vuestras ciudades hieren los ojos del hombre piel roja. Quizás sea porque somos salvajes y no podemos comprenderlo.

No hay un sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas o el rumor de las alas de un insecto. Quizás es porque soy un salvaje y no comprendo bien las cosas.

El ruido de la ciudad es un insulto para el oído, y yo me pregunto: ¿Qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la balsa?.

Soy un piel roja y no lo puedo entender. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aroma de pinos.

Cuando el último piel roja haya desaparecido de la tierra, cuando no sea más que un recuerdo su sombra, como el de una nube que pasa por la pradera, entonces todavía estas riberas y estos bosques estarán poblados por el espíritu de mi pueblo, porquenosotros amamos nuestro país como ama el niño los latidos del corazón de su madre. Si decidiese aceptar vuestra oferta, tendría que poneros una condición, que el hombre blanco considere a los animales de estas tierras como hermanos.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. Tengo vistos millares de búfalos pudriéndose abandonados en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco. Soy un salvaje y no comprendo como una maquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos solo para sobrevivir.

¿Que puede hacer el hombre sin los animales?. Si todos los animales desapareciesen, el hombre moriría en una gran soledad, todo lo que pasa a los animales muy pronto le sucederá también al hombre. Todas las cosas están ligadas.

Debéis enseñar a vuestros hijos, lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros, quela tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurre a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra, si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

De una cosa estamos bien seguros. La tierra no pertenece al hombre, es el hombre el que pertenece a la tierra.Todo va enlazado, el hombre no tejió la trama de la vida; él es solo un hilo. Lo que hace con la trama, se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de todo quizás seamos hermanos. Ya veremos.

Sabemos una cosa, que quizás el hombre blanco descubra algún día:Nuestro dios es el mismo Dios.

Vosotros podéis pensar ahora que él os pertenece, lo mismo que deseáis que nuestras tierras os pertenezcan, pero no es así. Él es el dios de todos los hombres y su compasión alcanza por igual al piel roja y al hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable par Él y se daña y se provoca la ira del Creador.

También los blancos se extinguirán, quizás antes que las demás tribus. El hombre no ha tejido la red de la vida solo es uno de esos hilos y está tentando la desgracia si osa romper esa red. Todo está ligado entre sí, como la sangre de una misma familia.

Si ensucias vuestro lecho cualquier noche moriréis sofocados por vuestros propios excrementos, pero vosotros caminareis hacia la destrucción rodeados de gloria y espoleados por la fuerza de Dios, que os trajo a esta tierra y que por algún designio especial, os dio dominio sobre ella y sobre la piel roja, ese designio es un misterio para nosotros, pues no entendemos porque se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de los exuberantes colinas con cables parlanchines.

¿ Dónde está el bosque espeso? Desapareció
¿ Dónde está el águila ? Desapareció

Así se acaba la vida y solo nos queda el recurso de intentar sobrevivir."




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