~ El parto de los montes: Un nou llibre (Septimus)

15 ene 2011

Un nou llibre (Septimus)

es una pena ya que no l´escrit yo pero el trobo mes divertit que es que yo escribia


1 algo en la nieve

Silas Heap se envolvió apretadamente en la capa para protegerse de la nieve. Había dado una larga caminata por el Bosque y estaba helado hasta los huesos. a pesar del frío,en los bolsillos tenía la plantas que Galen, la médico, le había dado para su último hijo, Septimus, que acababa de nacer ese mismo día.
Al aproximarse al Castillo, Silas alcanzaba a divisar las luces parpadeante a través de los árboles a medida que se iban colocando velas en las ventanas de las altas y exiguas casas que se apiñaban alrededor de las murallas exteriores. Era la noche más larga del año, y las velas seguirían ardiendo hasta el alba para ayudar a mantener a raya la oscuridad. A Silas siempre le había gustado ese paseo hasta el Castillo. no temía el Bosque durante el día y disfrutaba de un apacible recorrido por la angosta senda que se abría paso, metro a metro, a través de la espesura. Ahora se encontraba cerca del lindero del Bosque, los altos árboles empezaban a escasear y, al internarse la senda en el lecho del valle, Silas podía ver el castillo entero alzarse ante él. Las viejas murallas abrazaban el anchuroso y serpenteante río y zigzagueaban alrededor de desordenados grupos de casas. Todas ellas estaban pintadas de vivos colores y aquellas quedaban al oeste parecían en llamas cuando sus ventanas captaban los últimos rayos de sol invernal.
El Castillo había nacido como una pequeña aldea. Al estar tan cerca del Bosque, los aldeanos habían levantado algunas piedras altas como protección contra zorros, brujas y hechiceros, que solo pensaban en robarles sus ovejas, sus gallinas y en ocasiones sus niños. Cuantas más casas se construían, mas se extendían las murallas para que todos pudieran sentirse a salvo.
Pronto el Castillo atrajo a hábiles artesanos de otros pueblos. Creció y prosperó tanto, que a sus habitante empezó a faltarles espacio, hasta que decidieron construir los Dédalos. Los Dédalos era donde los Heap residían, era una gran edificación de piedra que se extendía hasta la orilla del río. Se extendía casi cinco kilómetros a lo largo de la ribera del río y volvía hasta el Castillo. Era un lugar ruidoso y bullicioso ocupado por una maraña de pasadizos y cámaras, pequeños talleres, escuelas y tiendas mezcladas con residencias, minúsculos terrazas ajardinadas y incluso un teatro. no había mucho espacio en los Dédalos, pero a la gente no le importaba;siempre había buena compañía y los niños encontraban compañeros de juegos.
Mientras el sol de invierno se hundía bajo los muros de castillo,Silas aceleró el paso. Necesitaba llegar a la puerta norte ante de que la cerraran al anochecer e izaran el puente levadizo.
Fue entonces cuando Silas notó que algo andaba cerca. Algo vivo, pero apenas nada más. Era consciente de que en algún lugar, cerca de el, latía un pequeño corazón humano. Silas se detuvo. Como mago ordinario era capaz de notar cosas, pero no era un mago ordinario especialmente bueno, necesitaba un gran esfuerzo de concentración. Se quedó quieto mientras la nieve caía rápidamente a su alrededor y cubría sus pisadas. Entonces oyó algo... ¿un sollozo, un gimoteo, una leve respiración? No estaba seguro, pero fue suficiente.
Debajo de un matorral, junto al camino, había un fardo. Silas levantó el fardo, y para su sorpresa, se encontró mirando fijamente los ojos de un pequeñísimo bebé. Silas cogió el bebé en brazos, y se preguntó como habría acabado esa niña allí, tirada en la nieve el día mas frío del año. Alguien la había envuelto, bien arropada, en una manta de lana, pero ya se estaba quedando helada: tenía los labios amoratonados y nieve en las pestañas. Mientras los ojos lila oscuro le miraban fijamente, Silas tuvo la incómoda sensación de que esa niña había visto en su corta vida más de lo que debía haber visto.
Tras pensar en su Sarah, que estaba en casa, a salvo con Septimus y su otros seis hijos, Silas decidió que tendrían que hacer espacio para un pequeño más.cuidadosamente, envolvió al pequeño bebé en su capa verde de mago y lo apretó contra el mientras corría hacia la puerta del Castillo. Llegó al puente levadizo justo cuando Gringe, el portero, estaba a punto de salir y gritarle al chico que lo izara.
- Estás apurando mucho- gruñó Gringe-. Pero los magos sois raros. No se porque queréis estar todos fuera en un día como este.
-¿Oh?- Silas quería dejar atrás a Gringe lo antes posible, pero antes tenía que cruzarle la palma de la mano con plata. Silas rápidamente encontró un penique de plata en uno de sus bolsillos y se lo dio-. Gracias, Gringe. Buenas noches.
Gringe miró el penique como si se tratara de un asqueroso escarabajo.
-Marcio Overstrand me dio media corona hace un momento; pero ella tiene clase, ahora es la maga extraordinaria.
-¿Qué?- Silas casi se atraganta
-Si. Clase, eso es lo que tiene
Gringe retrocedió para dejarle pasar, y Silas se coló. Aunque Silas se moría de ganas por saber porque de repente Marcia Overstrand se había convertido en la maga extraordinaria, notaba que el fardo empezaba a rebullir en la calidez de su capa y algo le dijo que sería mejor que Gringe no supiera nada de él.
Mientras Silas desaparecía en el túnel que llevaba a los Dédalos, una figura alta salió y le cerró el paso.
-Marcia- exclamó Silas- ¿Que demonios...?
-No le cuentes a nadie que la has encontrado. Es tu hija. ¿Lo entiendes?
Impresionado, Silas asintió con la cabeza y, antes de que le diera tiempo de decir nada, Marcía desapareció en un resplandor púrpura. Silas pasó el resto del camino por los Dédalos con la mente echa un lío. ¿Quien era esa recién nacida y que tenía que ver Marcía con ella?¿Y porque era ahora la maga extraordinaria? Y mientras Silas se dirigía a la gran puerta roja que conducía a la abarrotada casa de la familia Heap, se planteó otra pregunta aún mas acuciante:¿Qué diría Sarah al tener que cuidar otro bebé más?
Silas no tuvo que pensar mucho más. Cuando se disponía a abrir la puerta, esta se abrió y salio una mujer gruesa de cara roja, vestida con la túnica azul oscuro de comadrona, que apunto estuvo de darse de bruces con él. Ella también llevaba un fardo, pero el fardo estaba vendado de la cabeza a los pies y lo llevaba bajo el brazo como si fuera un paquete y llegara tarde a correos.
-¡Muerto!- grito la comadrona
Apartó a Silas de un fuerte empellón y corrió por el pasillo. Dentro de la habitación, Sarah Heap chillaba.
Silas entró con el corazón encogido. Vio a Sarah rodeada de seis niñitos de caras blancas, demasiado asustados para llorar.
-Se lo ha llevado. se lamento Sarah con impotencia- Septimus ha muerto y ella se lo ha llevado.
En ese momento un líquido empezó a empapar el fardo que Silas aún ocultaba bajo su capa.
Silas no tenía palabras para lo que quería decir, de modo que se limitó a sacar el fardo de debajo de su capa y colocarlo en los brazos de Sarah.
Sarah Heap rompió a llorar.

Si vos a agradat posau + si no posau - y se mas o menos +-

1 comentarios:

Anónimo 2/3/19, 20:27  

Mira tú por donde he venido yo a descubrir tu blog en estas húmedas tierras q por eso del cambio climático cada vez son más mediterráneas .. catita

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