En el Cuaderno de Bitácora merecen una mención especial los acompañantes/familiares de los enfermos. Vayan por delante dos cosas: 1.- siempre me ha gustado imaginarme la vida de la gente desconocida para mí y, 2.- cualquier comentario que haga no tiene ningún ánimo ofensivo.
De los acompañantes/familiares de los enfermos que comparten espacio con Antonia hay dos que desde el primer día me llamaron la atención:
A.- Morticia, llamada así por ser una mujer de tez muy blanca y larga melena muy negra. Viste un vistoso abrigo rojo y unas botas de caña alta con unos importantes tacones. Acude al hospital una vez al día en la visita del mediodía, y durante la misma acaricia y besa a su ser querido, que ocupa la cama 9. Sabemos que sólo acude una vez al día ya que vive en S'Arenal lo que le exige tener que coger dos autobuses para ir y volver. Finalizada la visita, se sienta en la primera silla que está al lado de la puerta de la consulta y entra a recibir la información diaria, y cuando sale llora desconsoladamente y no vuelve hasta el día siguiente. Teresa ya le ha preguntado qué enfermedad padece su ser querido y la edad del mismo, qué tipo de relación les une y cuál es su pronóstico. La enfermedad no la pondré en duda, pero la edad, sí. Ese señor, al que llamaremos Homero, no tiene 5o años, ¿o tal vez sí?.
B.- Se trata de un señor, bulgaro o rumano o o albano-kosovar o de los balcanes. Los primeros días venía solo a visitar a su mujer (Amina - cama 12), sin ningún otro acompañante, y mientras estaba con ella llevaba un pañuelo con el que parecía que le secaba el sudor o restos de saliva, y la peinaba. Difícilmente agotaba los 30 minutos de la visita. Al tercer día empezó a asistir acompañado por uno o dos hombres más, todos ellos bulgaros o rumanos o albano-kosovares o de los balcanes. A partir de entonces empezaron a agotar las horas de visitas, aunque suelen irse pocos minutos antes de que el celador nos pida que abandonemos la unidad. Yo creo que lo hacen para evitar las aglomeraciones en el ascensor. La verdad es que se mantienen un tantos distantes del resto de acompañantes/familiares. La seriedad y lágrimas de los primeros días se han convertido en tímidas sonrisas en los dos últimos días.
En otra cama, la 14, hay un enfermo al que por primera vez hoy he visto que alguien le visita. En principio pensé que la ausencia de visitas podría deberse a que él era de Glasgow, el médico tenía el nombre de esa ciudad anotado en un papel junto a su nombre, pero resulta que en la terminología médica, Glasgow no es una ciudad, sino una escala que mide no sé qué.
De las otras dos camas no hay nada que comentar más que una de las personas hoy ya no estaba, la deben haber bajado a planta y la otra, la niña, sigue y su evolución parece buena. Por lo que a sus acompañantes/familiares se refiere, no tienen ninguna particularidad que me haya llamado especialmente la atención. Si hay que decir que he podido percibir perfectamente como la expresión de sus caras se ha ido relajando día a día.
En otro post hablaré de los acompañantes/familiares de enfermos de otras unidades de la UCI centrándome sobre todo en Vitilio.
6 comentarios:
Me interesa mucho el analisis del entorno de la UCI, ¡ANIMO VALIENTE!
Antonia, ahora que ya respiras por tí misma, quiero que sepas lo positiva que ha sido tu convalecencia para mi (y pienso que para todos). Somos una familia muy grande que nos queremos, y se ha demostrado. Para mi, esto es muy importante, pues en algún momento podía parecer que nos estábamos distanciando. Ahora sé que no es así.
Biel tú halblas mucho pero el comentario de esta misma entrada es de lo mas Michael Landon.
Un poco de paz.
Vale, vale, yo también fui un poco sensiblero...Eran las circunstancias.
(Esta entrada tiene su historia, ya os la contaré...).
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