¿Dices que nada se crea? No te importe, con el barro de la tierra, haz una copa para que beba tu hermano. (Antonio Machado)
Todos nosotros de pequeños más o menos jugábamos juntos, y sobre todo, nos peleábamos. Supongo que durante la infancia lo natural entre hermanos es quererse, jugar juntos, pelearse, pegarse y algunas casas más...
Pero ¿qué pasa cuando llega la edad adulta?
En algunos casos las obligaciones, los distintos ritmos de vida, y otros muchos factores hacen que la relación entre los hermanos cambie. Ya no los ves con tanta frecuencia, ni tienes demasiados momentos para hablar tranquilamente.
Pero otras veces es precisamente la edad adulta la que nos acerca. Aunque sigamos peleándonos y discutiendo como cuando éramos niños, tenemos la sensación de estar siempre uno al lado del otro.
Antonia y yo empezamos nuestra relación adulta cuando ella volvió de Barcelona al terminar la carrera. Desde aquel momento compartimos muchos espacios y vivencias y durante estos treinta años nuestra relación se ha ido asentando sobre cimientos que van más allá de los propios entre hermanos. De esta relación nace un sentimiento de respeto hacia la singularidad de cada una. Es el reconocimiento del valor que ambas poseemos lo que nos conduce a saber apreciar los intereses y necesidades de la otra, aceptando el valor intrínseco y absoluto que cada una posee.
En esta situación difícil para todos, lo importante es no olvidar este valor que Antonia posee (este valor intrínseco y absoluto, personal e intransferible) y que cada uno percibimos desde nuestra propia singularidad, que nos ayuda a recorrer estos malditos días en que ella duerme…
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