~ El parto de los montes: Onagro, el asno salvaje

27 dic 2009

Onagro, el asno salvaje

Al onagro, que no es monstruo ni prodigio.


Queridos, creo llegado el momento de que sepamos algo más sobre criaturas prodigiosas que conviven con nosotros tan alegremente, a veces pareciendo que no lo son, como si tal cosa.

Vamos, que creo llegado el momento de que hablemos de gente seria: de los burros. Pero no burros cualquiera sino de los más salvajes y nobles de todos ellos, aquellos que fueron conocidos y admirados bajo el nombre de Onagros.

Ciertamente se reconoce en el Bestiario Medieval que los onagros son animales y no bestias feroces, pero, “movidos por un enorme coraje y exultantes a menudo de fuerza, arrancan las peñas de los montes. Se los describe en los desiertos de Persia, junto a prodigios increíbles, con cuerpos de buey y cuernos poderosos”.
Y es que el Onagro, asno silvestre y montaraz, según lo cita el diccionario académico de Autoridades de 1737, fue un animal estimado y muy considerado en la antigüedad.  (Nótese que Montaraz es palabra eufónica y cautivadora. A una siempre le apetece encontrar la ocasión de decirla o escribirla. Por eso, por montaraz, está dedicado al onagro, criatura que no es monstruo ni prodigio, este artículo).

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Sigo...

Los hebreos miraron con simpatía al asno en general y al asno salvaje en particular. El Asno salvaje de la Biblia, el onagro asiático, es un animal fuerte y ágil de color rojizo que vive formando rebaños en las estepas palestinas. En la biblia se le menciona casi solamente en versículos poéticos y proféticos.

[Job 6:5 ¿Acaso rebuzna el asno montés junto a su hierba, o muge el buey junto a su forraje?];
[Job 11:12 El hombre vano se hará entendido, cuando un pollino de asno montés nazca hombre.];
[Sal 104.:10-11 Él hace brotar manantiales en los valles, corren entre los montes; dan de beber a todas las bestias del campo, los asnos monteses mitigan su sed];
[Is. 32:14 Porque el palacio ha sido abandonado, hecha un desierto la populosa ciudad. Colina y atalaya se han convertido en cuevas para siempre, un deleite para asnos monteses, un pasto para rebaños]

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Casi al mismo tiempo, en las leyendas mesopotámicas, la diosa Ishtar dedicaba al rey Uruk un voto precioso: “que tu asnillo, con carga, adelante a una mula”, y Gilgamesh, en el canto fúnebre que ofrecía a su amigo Enkidu rememoraba su carácter libre y salvaje recordando que su padre fue el onagro y la asnada lo crió con su leche .  El onagro simbolizaba la Libertad y la Independencia,  pues se afirmaba que nunca se ha dejado dominar por el hombre.

No es exacto, sin embargo, que el Onagro se mantuviera del todo salvaje e indomesticado, pues sabemos que los sumerios, allá por el 2500 a. C., lo usaban ya en sus incursiones militares. También Heródoto, en fechas más recientes, menciona los carros de guerra del ejército persa de Jerjes tirados por onagros. Sin embargo, la idea del onagro indómito subyace en la leyenda caldea según la cual eran criaturas de su especie las que conducían el carro en el que el sol cada amanecer regresaba a la tierra. Y esto era así porque, siendo el único animal imposible de domesticar garantizaba que nadie con malas artes pudiera seducirlos y obstaculizar el viaje del carro solar.

El Onagros de los griegos es el asinus africanus, más rápido, elegante y ligero que el asno doméstico. La tradición griega, que ridiculizó al asno común, asoció sin embargo al onagro con Apolo, un dios cuyo solo nombre es ya luminoso y simboliza la belleza. Cuenta Píndaro en su décima oda Pítica, que los hiperbóreos ofrecían al radiante Apolo magníficos sacrificios de asnos salvajes, y que el dios los aceptaba sabiendo cuán apreciados eran entre los humanos del lejano norte estos animales altivos y fogosos.

Plinio, en el capítulo 46 de su libro VIII, comenta que los machos salvajes mandaban en un rebaño de hembras y, fogosos como eran,  temían a sus competidores en el amor. Por ello castraban a mordiscos a los potrillos machos nada más nacer. De este cruel comportamiento se hacen eco también el Physiologus antiguo, escrito en el siglo II d.C., y el Bestiario medieval. Así mismo sabemos de todas estas fuentes que es un animal que prefiere la noche al día -pues le gusta muchísimo dormir-, y el invierno al verano -pues las noches son más largas y puede dormir más horas-.

 

Otra  característica del Onagro que tanto el Fisiólogo como el Bestiario destacan,  es su increíble y escalofriante rebuzno y las ocasiones en que lo emiten a tan gran nivel que da miedo oírlos. Así, el día 25 de cada mes de Famenòth (marzo), tan pronto distinguen los salvajes asnos que es el día del equinoccio,  rebuznan 12 veces, y así conocen el Rey y la corte que empieza la primavera. Ved lo el significado de todo ello tal como lo cuenta el bestiario:

“Cuando el diablo advierte que decrecen sus gentes, como lo hacen las horas de que consta la noche después del equinoccio de primavera, que tenemos en verano, empieza entonces a gritar, a lamentarse con fuerza, como lo hace el asno que rebuzna y brama”. (Philippe de Thaun, autor en el siglo XI de uno de los bestiarios más atención por parte de historiadores del arte, literatos y filólogos ha recibido).


Otra circunstancia en la que el rebuzno del onagro da la medida de su salvaje naturaleza es el momento en que, a causa del hambre, braman con tal fuerza que pueden llegar a reventar completamente. Esta característica del onagro que le conduce a la autodestrucción la explica el bestiario en semejanza a algunos hombres que “cuando tienen un asunto en la corte o en otros lugares ( por intereses suyos o para demostrar sus derechos), gritan y hablan tanto, con tanta furia y tan iracundamente, que todos se apartan de ellos. (Y así, si algún buen derecho tienen, lo pierden por su hablar desquiciado), y quedan confundidos y rotos (…) pues todo hombre iracundo cuando quiere ayudarse a sí mismo, se desayuda.” (De los Bestiaris catalans editados por Severio Panuncio en el siglo XV, según los cita Ignacio Malaxecheverría).

Está claro pues que el salvaje, libre e indómito onagro recibió consideración y respeto en las antiguas culturas, aprecio que se fue perdiendo en Grecia y Roma y llegando a ser considerado una bestia brutal y diabólica en la Edad Media. Poco a poco irá adquiriendo, prestadas o transferidas al asno doméstico, las cualidades negativas de torpeza, obstinación, pereza y rijosidad con la que ha llegado al imaginario actual, en la que si uno es un burro es simplemente burro: ¡faltaría más!

 

Pero al asno doméstico voy a dedicar un próximo capítulo, así que de momento, dejo este aquí tal cual está.

Nota sobre las imágenes:

la representación del onagro en la iconografía artística, es muy escasa, no es fácil encontrar imágenes de este animal. He puesto en este trabajo algunas extraídas de los bestiarios medievales y otras más que no tienen nada que ver con el onagro, sino con la romería de caballos, asnos y demás solípedos que nos regala El Bosco en su panel central del Jardín de las delicias.

 

Algunos apuntes bibliográficos: 

Historia natural VII-IX. Plinio el Viejo. Biblioteca clásica Gredos
El asno inverosímil. Cristóbal Serra. Col. Biblioteca Parva de Cristóbal Serra; Ediciones Cort.
El asno ilustrado. Manuel Lozano Pérez Ramajo. Imprenta Nacional (Madrid)
Bestiario Medieval. Ignacio Malaxecheverría. Selección de lecturas medievales; Ediciones Siruela.
El Bestiario de Cristo, Vol.I;  L. Charboneau-Lassay; col. Sophia Perennis; Ediciones Olañeta.
 

 Me alegraré si os ha gustado.

2 comentarios:

loreto 27/12/09, 9:09  

El onagro también es famoso en la literatura. Entre las más famosas alusiones literarias a este animal está la de Balzac en La Peau de chagrin (1831) traducida al español como “La piel de zapa”.
Honorato de Balzac hizo famosa la piel de Onagro. La tomó como base para una novela homónima.
Rafael de Valentín, el protagonista de la obra, arruinado y desesperado, en espera de la noche para lanzarse a las aguas del río Sena, halla casualmente la Piel de Onagro o de zapa en el establecimiento de un anticuario. Ella posee el poder de satisfacer cualquier pedido. A cambio, se reducirá su vida proporcionalmente según la importancia del deseo.
El viejo anticuario que para deshacerse de ella le ofrece la piel de Onagro a Rafael, le advierte que su posesión puede asegurarle al dueño una vida breve, intensa y ardiente, o bien, una vida larga, tranquila y sin pasiones. Pero para tener la vida larga, la condición es no usar la piel de onagro, es decir, no gozar de las cosas, no tener, no gozar de la propiedad. En cambio, la vida breve será el resultado del uso, de lo que se posee, o sea, la piel de onagro. Pero su uso le acortará la vida, marcando el camino hacia la muerte.
Rafael, concentrando su pensamiento en triunfar y en brillar socialmente, acepta las condiciones impuestas por las exigencias de la sociedad.
Rafael ha establecido ya, por lo tanto, un primer pacto maléfico que va a exigirle, a su vez, un segundo pacto infernal mucho más peligroso: la adquisición del talismán, que consistirá, como el anticuario dice, en la renuncia a su propia vida para satisfacer sus ambiciones: “Usted ha firmado el pacto, eso es todo. Ahora vuestras voluntades serán escrupulosamente satisfechas, pero a expensas de vuestra vida” (Balzac, 1979a: 88). La inscripción grabada en la piel advierte claramente de sus propiedades, y el anticuario previene a Rafael contra el peligro que encierra este objeto, ya que ningún cliente se ha atrevido nunca “a firmar este contrato fatalmente propuesto por no sé qué poder” (Balzac, 1979a: 85). Y afirma que él mismo nunca ha probado ni probará el poder fatídico de este talismán.
Rafael tiene plena consciencia de que la afirmación de su ser y de su propiedad le aproxima velozmente a la muerte. Pero descubre también que hay dos formas de muerte. “Nos creemos libres, dice Rafael, pero en realidad sólo escogemos entre la destrucción y la inercia.”

Pau 27/12/09, 16:37  

Por lo que he podido leer, cuando habláis del Onagro, os referís a esa especie de asno salvaje silvestre y no a la máquina antigua de guerra, parecida a la ballesta, pero con el extremo de la palanca donde se ponía la piedra arrojadiza bastante cóncavo y con forma parecida a la de una oreja de asno.

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